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DATOS CURIOSOS SOBRE EL LIBRO:

ÚLTIMAS DECISIONES
 
 
En su obsesión por destruirlo todo los nazis acabaron renunciando hasta a los principios del café. Si su acróstico indica que debe ser caliente, amargo, fuerte y escaso, los líderes del Tercer Reich apostaron por el café descafeinado como un producto nacional cuyo consumo iba más allá de una preocupación por la salud para preservar la pureza de la raza aria. 
 
Tras los horrores de la Gran Guerra de 1914, se pusieron de moda determinados valores naturistas en la República de Weimar, que incluían la ingesta de comida orgánica, la renuncia a alimentos con estimulantes como el azúcar, beber menos alcohol, medirse con el tabaco e incluso abrazar el vegetarianismo. La cafeína como estimulante estaba mal vista por esas élites académicas que propugnaban la llegada de hombres y mujeres nuevos. El nacionalsocialismo, que nacía y crecía en aquella época, se impregnó de aquellos valores, según revela la publicación Atlas Obscura, dedicada a la restauración.
 
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Además, cuando comenzó la guerra y el esfuerzo bélico requirió de una movilización continua de los soldados en el frente, a veces de tres o cuatro días seguidos sin dormir, los alemanes no pudieron recurrir a tomar tazas de café, porque el que tenía el ejército era Coffein-Freier, o sea, descafeinado. Por eso se instituyó el consumo de Scho-Ka-Kola, una tableta circular de chocolate creada en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 por Theodor Hildebrand con alto contenido en cafeína, que dejó de estar verboten (prohibida) para entrar de lleno en la dieta del landser alemán que tomaba Polonia, Bélgica, Francia o Grecia a toda velocidad.

La Scho-Ka-Kola se distribuyó primero a los pilotos de las misiones nocturnas para que no se durmieran a los mandos del avión, y luego fue pasando a otros estamentos del ejército, como la tripulaciones de tanques o de submarinos, además de las tropas SS encargadas de asesinar judíos en la invasión de la Unión Soviética, que se combinaban con enormes cantidades de alcohol para resistir esa actividad criminal sin hacerse demasiadas preguntas.

Las tropas aliadas solían quitárselas a los alemanes que caían prisioneros porque las consideraban un lujo. Cuatro porciones de este chocolate equivalen a una lata de bebida energética actual.  
 
 
 

 
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Scho-ka-kola era una marca alemana de chocolates creada en 1935 por el chocolatero berlinés Theodor Hildebrand. Era un chocolate negro de sabor agridulce y en cuya elaboración se utilizaba cacao, café y nuez de cola (el fruto de un árbol tropical del mismo nombre con un elevado contenido en cafeína), y que se comercializaba en tabletas redondas divididas en ochos porciones dentro de una lata roja y blanca. La presentación oficial de Scho-ka-kola se hizo en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín como un producto que aportaba energía a los deportistas.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial el Scho-ka-kola comenzó a distribuirse entre los pilotos de la Luftwaffe y entre ellos se conocía como Fliegerschokolade (chocolate de los aviadores). De todos es conocido el aporte energético del chocolate, pero si en la elaboración se incluyen el café y la nuez de cola el resultado final es un producto estimulante, que aumenta la capacidad de concentración y disminuye la sensación de hambre y fatiga… ideal para que los pilotos alemanes se mantuviesen despiertos y alerta en vuelos nocturnos y prolongados. Por lo menos, más natural que el Pervitin y la Metedrina, metanfetaminas, similares al speed, que tomaban las fuerzas terrestres alemanas y la RAF (Fuerzas Aéreas Británicas) respectivamente.

A fecha de hoy todavía se sigue comercializando este chocolate, en el mismo formato y con alguna pequeña modificación en la elaboración, y se ha añadido una nueva variedad en caja azul y blanca, el chocolate con leche.

Fuente: ¿Por qué los pilotos de la Luftwaffe llevaban chocolate Scho-ka-kola?
 
 
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Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, Suiza logró mantener su política de neutralidad perpetua en ambos conflictos armados y no participó militarmente. Fue, sin embargo, precisamente por su condición de país neutral, de gran interés para todas las partes implicadas, como la escena de diplomacia, espionaje, comercio, y como un lugar seguro para los refugiados.  

Plan de defensa contra invasiones

Al estallar la Segunda Guerra Mundial en septiembre 1939, Suiza comenzó de inmediato a prepararse para una posible invasión. El país entero se movilizó totalmente mientras se empezaba a fortificar posiciones en todas las fronteras. La fuerza total del ejército y las milicias crecieron a más de 500 000 a inicios de 1940.

En el curso de la guerra, el mando militar alemán elaboró planes detallados para la invasión, tales como la Operación Tannenbaum, pero Suiza nunca fue atacada, en tanto fue capaz de permanecer independiente a través de una combinación de concesiones económicas a Alemania, la disuasión militar y la buena fortuna como grandes eventos durante la guerra que retrasaron una invasión. Los intentos de los pequeños partidos nazis suizos para efectuar una Anschluss con Alemania fracasaron, en gran parte como resultado de la herencia multicultural de Suiza, un fuerte sentido de identidad nacional suiza. De hecho, gran parte de la prensa suiza cuestionaba fuertemente las políticas del Tercer Reich, a menudo exasperando al gobierno alemán.

Bajo las órdenes de Henri Guisan, se ordenó una movilización masiva de fuerzas de la milicia nacional suiza, en tanto el país carecía (como hasta hoy) de un ejército permanente. La estrategia militar suiza había pasado de una "defensa estática" en las fronteras, a una estrategia de "desgaste organizado" a largo plazo, combinada con la retirada a una serie de fuertes concebidos como posiciones bien almacenadas en los Alpes, conocidas como el Réduit (reducto). Esta estrategia controversial era esencialmente una disuasión contra los atacantes tratando de dejar claro al Tercer Reich que el costo en vidas de una invasión sería muy elevado. La táctica suiza consistía en fijar la defensa en las zonas montañosas, dificultar la penetración enemiga en los valles, y como recurso final organizar una retirada ordenada hacia el Réduit en caso de no ser posible defender todo el territorio. El mando militar suizo aceptaba en último extremo que sería preciso ceder a los invasores el control de los principales centros de población, pero se mantendría el dominio de los enlaces ferroviarios y pasos cruciales en el Réduit.

Gracias a la neutralidad, Suiza fue una importante base para el espionaje por ambas partes en el conflicto y sirvió también como "puente" de las comunicaciones entre el Eje y los Aliados. Debido a que desde junio de 1940 el principal riesgo de invasión provenía de Alemania, a los fascistas suizos se les dieron puestos de trabajo normalmente muy pobres, como guardias de prisiones y otros tipos de obras de rehabilitación, evitando que accedieran a puestos de mayor responsabilidad. A pesar de la presión pública y política, algunos oficiales de más alto rango en el ejército suizo simpatizaban con los nazis, en particular, el coronel Arthur Fonjallaz y el coronel Eugen Bircher, quien dirigía la Schweizerischer Vaterländischer Verband. 

Leer artículo completo en: Suiza durante las guerras mundiales

   
Réplica de un globo de observación
del Ejército suizo en la primera guerra mundial
 
 
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Uno de los mafiosos más destacables era Lucky Luciano, jefe de la familia Genovese y nacido en Sicilia. Luciano había sido encarcelado en 1936 con una condena de entre 30 y 50 años. No obstante, la guerra cambió el futuro del mafioso. El Servicio de Inteligencia Naval de Nueva York formaba parte de las tropas de asalto que llegaron a las playas sicilianas desde el inicio de la contienda. Tal y como escribió el británico Tim Newark en su libro Aliados de la Mafia (Alianza Editorial) "los jóvenes oficiales llevaban consigo toda la información que habían conseguido reunir en Nueva York gracias a Luciano y a sus secuaces de la Mafia". Así, comprendieron mejor las costumbres y hábitos de los civiles y la forma en la que se gestionaban los puertos.

La invasión fue todo un éxito —pese a las miles de bajas aliadas— y el Tercer Reich comenzó a tomar una actitud defensiva hasta que dos años después cayera la capital alemana. Por su parte, una vez finalizada la guerra, Luciano salió de la cárcel y se marchó a Nápoles.
Mafiosos contra submarinos nazis

No fue la única vez que se requirió la ayuda de los mafiosos. "Tanto británicos como norteamericanos recomendaron que se entablasen contactos con la Mafia siciliana", escribe Newark. Los norteamericanos sugirieron armar a la Mafia y organizarla como una guerrilla —llegó a ser aprobado por la cúpula militar estadounidense aunque finalmente no se llevara a cabo—.
 
 
 
Fotografía del mafioso italiano Lucky Luciano (1931). 
 

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